En realidad mi artículo iba a ir sobre otro tema, que he tenido que posponer dados los acontecimientos que me han sucedido este fin de semana y que me han hecho reflexionar y ver qué es la buena educación.
El ser humano es un ser social que vive y convive en compañía de otros seres de su especie, y para que esta convivencia sea lo más agradable posible, se han ido creando una serie de normas sociales a través de todas las épocas y que cada cultura acepta y practica. Las normas sociales están intrínsecas en cada cultura, y se van aprendiendo conforme nos vamos desarrollando como personas, pero no hay un sitio determinado, ni una asignatura concreta donde éstas se enseñen, sino que se adquieren del contexto, del ambiente, de la familia, y, en gran parte, de la experiencia que las personas vamos teniendo. Dentro de estas normas sociales quisiera destacar las normas de urbanidad, que es como un subconjunto dentro de la globalidad de las sociales.
Pero, ¿dónde podemos ver la práctica de una buena educación? En un saludo al llegar a un sitio, en un hasta luego cuando alguien se despide, en ayudar al anciano al cruzar la calle, etc. En definitiva, un ser bien educado consiste fundamentalmente en respetar, valorar y ayudar al prójimo. Lo contrario de buen educado (o bien educado) es el maleducado o incivilizado. No obstante, la educación en sí está en el sentido común de las personas.
Ahora os voy a contar dónde he encontrado yo esos hábitos de buena educación y que me han hecho reflexionar sobre el tema en cuestión. El pasado sábado íbamos paseando mi familia y yo por un parque, tranquilamente, enseñando a mi hijo mayor un poco de cultura mientras charlábamos de viajes, ciudades del mundo, y países de Europa (sin darnos cuenta, practicando lo que se llama el aprendizaje invisible, la educación informal, etc...). Disfrutábamos en familia de un día soleado, en un lugar que aparentemente no hay por qué haber problemas ni peligros, como es un parque, en el que los seres humanos, conviven socialmente, se respetan, ayudan y valoran al prójimo. En un instante, mi hijo y yo nos disponíamos a que mi marido nos echara una foto para que mi hijo la llevara a la escuela. En ese instante, fuimos atropellados por un vehículo de cuatro ruedas sin motor que no frenaba y venía de una pendiente a la deriva. Apenas me dio tiempo a reaccionar, porque eso no se enseña, y mi instinto solo me llevó a proteger a mi hijo, por lo que el fuerte impacto me lo llevé yo, pero nos arrolló a ambos, y, evidentemente, nos causó varias heridas. Sin entrar en detalles de salud, lo que quiero destacar con este artículo es la buena y la mala educación de las personas que estaban implicadas en este accidente. Tengo que destacar la buena educación de las personas testigos del accidente, que enseguida acudieron a frenar el vehículo y a socorrernos, a llamar a las ambulancias y a la policía. Esta educación (la de llamar rápidamente a urgencias) no te la enseñan formalmente, se aprende de forma informal porque o bien ya hemos tenido una experiencia igual, o bien conocemos a alguien o nos han contado algo que sucedió de forma similar. Tengo que destacar la buena educación respecto a la ayuda que nos otorgaron rápidamente, tanto de los testigos, como de las conductoras del vehículo sin frenos, pues su educación emocional y moral les llevaron a socorrernos, acompañarnos y darnos ánimos. Las personas que nos atropellaron nos llaman a diario, para preguntarnos cómo estamos, lo que demuestran que se preocupan por el prójimo y han sido educadas en valores, además de indicar que son unas personas suficientemente responsables como para preocuparse y responsabilizarse del daño que nos causaron indirectamente.
Ahora bien, tengo que destacar la mala educación de la empresa que alquilaba esos vehículos, que no revisaban antes de ponerlos en mano de los usuarios. Destaco también la mala educación de los responsables del parque (en este caso, mala educación vial), pues no había una señalización explícita de una carril bici. También tengo que destacar el poco sentido común de las personas responsables de la empresa que en un día de tanta afluencia en el parque, alquilan vehículos que pueden poner en peligro a los numerosos viandantes que disfrutan de la tranquilidad y que se piensan que no hay peligros para los menores en un sitio así.
En fin, estos acontecimientos accidentales me hacen reflexionar sobre muchos aspectos más, por ejemplo, ¿nos enseñan a reaccionar ante situaciones de urgencia? ¿Nos enseñan a saber qué hay que hacer cuando alguien es atropellado? ¿Nos enseñan qué hay que hacer con los trámites legales? (porque ahora hay una responsabilidad civil de daños físicos, etc. de la que hay que gestionar con el hospital, policía, etc...) ¿Nos enseñan a dar primeros auxilios? (en el colegio, no hay nada formal al respecto, sí que hay cursillos, etc., pero no está obligado y es algo que todo el mundo debería aprender desde pequeños).
Pues ese fue mi regalo de cumpleaños.
Casualmente, en la clase presencial de la semana pasada, hicimos una juego de técnicas de aprendizaje, donde había que explicar a los niños de primaria qué era una silla de ruedas, entre otros objetos. Yo salí para probar la dificultad de manejarse con ella mientras se explicaba. Casualmente, una semana después, en el hospital, pude probarla sin juegos. Solo lo indico como anécdota, para destacar las casualidades de la vida, y de sus imprevistos. Pero al menos, con la experiencia del juego, el uso de la silla de ruedas real en el hospital no se convirtió en la primera vez. Aunque sea un caso simple éste (y sin ánimos de sarcasmo) , si trasladamos al mundo del proceso enseñanza-aprendizaje, quiero destacar lo importante que es aprender con la experiencia, no solo por aprender el uso de objetos, sino generalizando, la experiencia de mi accidente me ha hecho aprender viendo a los demás qué hacer cuando se me presente un caso similar y en lugar de víctima, por ejemplo, sea testigo.
Frase del día:
La enseñanza de la buena educación social debería ser una de las asignaturas más importantes de la escuela.
Buscando información sobre la "buena educación", he encontrado un libro interesante. Las autoras son María Jesús Álava Reyes y Susana Aldecoa:
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